Un largo fin de semana idílico en Cerler

Cerler20 Un grupo de diez amigos madrileños, Carlos, Laura, Toño, Sole, Fonsi, Cris, Sergio, Patri, Fer y Leo, disfrutamos de un fin de semana largo en Cerler, la estación de esquí alpino más alta del Pirineo Aragonés. Está situada en pleno corazón del Valle de Benasque, rodeada de bosques de pinos y 60 picos de más de 3000 metros, entre ellos, el Aneto, techo de los pirineos. Cerler goza de uno de los mayores desniveles esquiables de toda la cordillera, oscilando entre los 1500 metros de la base y los 2700 del Pico Gallinero. La mayoría de la estación se encuentra entre los 1900 y los 2700 metros. En esta estación hay todo tipo de pistas, desde las de principiantes, hasta para expertos. Y todo tipo de restauración.

 Salimos de Madrid el viernes a las 15.00 de la tarde y llegamos a la estación aragonesa de Huesca a las 21.00 horas, después de un entretenido viaje, en tres coches. Los desfiladeros y las carreteras más angostas hasta la llegada a Cerler fueron las más complicadas, pero las ansias de llegar y las ganas de esquiar diluyeron la fatiga del trayecto. Al llegar a Benasque respiramos, sabiendo que sólo nos quedaba ya la subida a la estación de esquí donde se ubicaban los apartamentos, en el mismo Cerler, en el Edificio Mirador. Las habitaciones eran amplias, acogedoras y confortables, con su decoración rural. Una cena de amistad abrió la estancia en Cerler. Y luego una pequeña reunión, sobre cómo íbamos a afrontar los últimos preparativos del día siguiente, fue el prolegómeno de un fin de semana de nieve idílico.

Después de desayunar fuimos a sacar el forfait y a alquilar el equipamiento de esquí. Todo muy barato, 40 euros por el equipamiento, esquís, bastones y botas. Y luego, partimos al telesilla directamente. Al subir, nuestros amigos novatos sentían mucha más emoción y nerviosismo ante la nieve, ya que se iban a  poner los esquís por primera vez. Los veteranos tranquilizábamos a los neófitos sobre las dificultades de los primeros pasos con los esquís y les augurábamos el goce de deslizarse por el blanco elemento. Laura y Patri prefirieron coger un profesor que les iniciara en la técnica. Y nosotros, los ya veteranos (aunque no pasamos de 27 años ninguno de los amigos), decidimos bajar unas pistas fáciles de calentamiento (verdes y azules) para después afrontar las pistas más duras de la estación (rojas y negras).

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Mañana y tarde las aprovechamos para esquiar. La niebla dejó paso a un tiempo soleado. Maravilloso. En el Pico Gallinero, que está a 2.700 metros de altura, pudimos hacer 9 kilómetros seguidos, aunque la estación en realidad tiene 79 kilómetros esquiables, con distintos ramales. Como íbamos a esquiar, para aprovechar el tiempo, comimos unos bocadillos al mediodía para recargar fuerzas, y luego seguimos hasta las 17.00 de la tarde en que se cierra la estación.

Luego regresamos al hotel, a los apartamentos. Cenamos en uno de los muchos restaurantes antiguos que hay en Cerler. Fantásticos. En los tres días de estancia tomamos varios menús, desde la típica pizza y hamburguesa, hasta las setas de distintos tipos, migas, longanizas, entrecot  y raciones de todo tipo. Comentamos todas las hazañas que se presentaron durante el día, las caídas, los derrapes, los mejores descensos. Y todos nos alegramos de no haber tenido ningún contratiempo. Lo pasamos en grande. Hicimos fotos y comentamos que volveríamos.

El apartamento nos costó cien euros, viernes, sábado y domingo. El forfait, otros cien euros, los tres días. Y las comidas otros 60 euros. La gasolina, depósito y medio, ida y vuelta a Madrid, unos 70 euros. En total, unos 300 euros por persona.  Y lo recomendamos, porque se trata de un fin de semana nuevo, inolvidable, con un grupo de amigos que lo pasamos extraordinariamente en Cerler (Huesca), una de las mejores estaciones de esquí del Pirineo, la reina indiscutible de la innivación natural, como se aprecia en las fotos.

TEXTO Y FOTOS: CARLOS DUQUE