Del Guateque al Altar

Del Guateque al Altar
Un divertido libro de Pilar Garrido de la editorial Planeta que describe a la perfección una época y sus maneras

DelGuatequealAltarHay muchas formas de contar el pasado. Pilar Garrido Cendoya ha elegido narrarlo con sencillez, pero con gran lucidez, como si de un cuento se tratase, tal vez porque todos sabemos que el pasado no volverá a ser. El pasado de Pilar, además, es el final de una Era, son los años 50, 60 y 70 del siglo pasado. Del guateque al altar retrata una España que, los adolescentes actuales ya no conocen, salvo que sus madres o abuelas les hayan contado cómo se vivía entonces. Está escrito sin resentimiento, pero sí con ironía, ya que fueron años decisivos para muchas mujeres y marcaron el paso de una época cerrada a otra más abierta. Es la historia de unos años en los que en España la juventud pasaba del guateque, directamente al altar. Si alguien preguntara cuéntame qué y cómo pasó, este libro lo hace siempre con una sonrisa debido a la particular mirada de la autora. Es una crónica escrita con amabilidad que repasa un tiempo por el que desfilan personajes conocidos y anónimos que perfilan las ideas y las costumbres de una época.

 

Las ilustraciones de Forges recorren todo el libro en perfecta simbiosis con el texto. Sus personajes, bien conocidos por todos, dan vida a los arquetipos que conformaron un tiempo y algunos de los cuales han llegado algunos hasta nuestros días: curas, monjas, tunos, héroes del momento, toreros y manolas, futbolistas, machistas, paletos, progres, y por supuesto, novios, novias y sus respectivos padres. Toda una organización social que, desde luego, no siempre ha representado lo más avanzado de la vida española.

Éste no es el primer libro en el que trabajan juntos Forges y Pilar Garrido. Ya trabajaron juntos y con gran éxito entre el público en el libro La posguerra vista por una particular y su marido. Tanto aquél como Del guateque al altar está repleto de divertidas anécdotas que nos muestran la  realidad que vivió la autora.

La realidad
Estábamos constreñidos en todo y en todos los niveles. Todo estaba mal visto, todo era pecado. Los curas se enseñoreaban de nuestras almas, de nuestros pensamientos, de nuestro trabajo. Según ellos todo iba dirigido al Camino de Perfección, y con este pretexto no sólo abordaban la educación sino que se inmiscuían en los hogares, las diversiones, las profesiones, las intenciones, los pensamientos, los nacimientos, los óbitos, las costumbres. Nuestras jóvenes vidas estaban inmersas en rezos, sacrificios y resignación. Muchos nos sentíamos ahogados y por eso salió una generación tan luchadora y deseosa de cambiar aquello para lo que no había explicación ni motivo. Porque, digo yo, podían haber ganado la guerra y haber tenido una miras más altas sobre la cultura y sobre la manera de alcanzarla satisfactoriamente.

La época
El colegio: para decir adiós a la infancia. Muchos autores para ser memorizados. “Por ello las chuletas se fabricaban con exquisito primor”.

En 1954 formaban parte de la educación las asignaturas llamadas “Marías” y a las que se daba escasa o nula importancia: dibujo, gimnasia y labores “donde se leía a Heidi”. También la Formación del Espíritu Nacional. Y luego estaba el dibujo lineal, que hacía a los estudiantes meticulosos y el dibujo artístico unos buenos copistas de floreros.

Con el latín se aprendían expresiones como bóbilis bóbilis o estar in albis. El francés dominaba al inglés. El mundo se estudiaba en los mapas de los atlas. El siglo de Oro y sus antecedentes dominaban la Literatura Española. Pero Espronceda con sus ardorosos versos de La desesperación eran los más buscados.
 
La enseñanza, el llamado bachillerato, estaba dividida en Ciencias y Letras, como divididos estaban los colegios: de chicas y de chicos.  “En los años cuarenta, cincuenta y sesenta no estaba de moda el término adolescencia por lo que pasábamos de niños a jóvenes casi en un santiamén”. Más tarde, con las sucesivas reválidas, aparecería la pregunta “yo quiero ser”. Pero la mayoría de las chicas querían ser amas de casa: “Yo cuando acabe el colegio, me quedaré en casa a ayudar a mi madre, y luego tendré novio y me casaré y tendremos muchos hijos y les pondré de nombre…”

La religión
De verdad ¿hemos podido se normales quienes tales enseñanzas recibimos? ¡Qué tarea para los de nuestra generación, el crecer lúcidos! Se admira Pilar Garrido en el libro. Y es que aunque casi todos estudiaban lo mismo “a los chicos se les encaminaba a ser mitad monje y mitad soldado y a las chicas se nos preparaba para ser el reposo del guerrero”.
Para proteger la inocencia del pecado, la impureza y la lujuria todo un batallón de técnicas se ponían en marcha: misas, confesiones, charlas, padres espirituales. Libros como el del padre Kelly eran fundamentales para explicar y fomentar la castidad. Pero a la iglesia no le quedó más remedio que adaptarse más tarde a otras realidades. Eso sí, pasando por el Concilio Vaticano II y la aparición de curas progres y sin sotanas.

Las diversiones
Éramos niños no sólo por la edad -13 o 14 años- sino también por la inocencia, pues carecíamos de los estímulos externos que, sobre todo procura ahora la televisión.

Era un tiempo de vigilancia, interrogatorios y desconfianza. Los paseos y los juegos en la calle era lo permitido a los más pequeños. Pero se crece y el esparcimiento pertenece a la juventud y Madrid estaba lleno de locales de encuentro. Los jóvenes podían ir a la llamada Avenida de José Antonio hoy Gran Vía. Los Sótanos con sus billares y futbolines, y sus primeras tragaperras se llenaban, aunque “sobre todo había chicos”.

El cine pertenece a la crónica sentimental de estas generaciones. Los cines de la Gran Vía convocaban todos los días tres sesiones: “después de comer a los cinéfilos; a las siete de la tarde a los novios y las pandillas; por la noche a los matrimonios y las personas mayores en general”. Eran el refugio ideal de los novios y lugares respetables. Pero todavía eran tiempos donde estaba mal visto que una mujer fuese sola al cine, aunque eso no fue problema para que Pilar Garrido viera sola películas como Doctor Zhivago y West Side Story.
Más difícil era el acceso al teatro. Alfonso Paso era el dramaturgo de moda. Existía la llamada clac, que posibilitaba ver teatro gratis o casi, siempre que se aplaudiera.
En 1956 llegó la televisión, pero solo para algunos afortunados, así que había que pedir el favor para poder verla en alguna casa privilegiada.

Verbenas, piscinas, excursiones y fiestas populares eran las que garantizaban las posibilidades de diversión. Pero si algo pasó al mito de la época fueron los guateques. La modernidad les perteneció aunque en ellos sonaran pasodobles, rumbas, pero también twist y rock and roll y por supuesto las canciones del Dúo Dinámico y su Oh Carol. Las melodías lentas permitían eso que se llamaba baile agarrado, y otras “manifestaciones cariñosas”.

La política
El movimiento feminista y los logros alcanzados por las mujeres durante los primeros años del siglo XX fueron aniquilados en 1938. En la década de los sesenta la palabra feminismo se volvería a pronunciar en España gracias a jóvenes universitarias como Lidia Falcó, Cristina Almeida o Carmen Rico Godoy. Pero antes, los derechos de las mujeres y cumplidos los dieciocho se ceñían a lo que se llamaba Auxilio Social o Servicio Social. “Nos daban una insignia en la que ponía SS (Servicio Social), pero que el vulgo solía transformar en Siempre Soltera”. No sería hasta los 70 cuando las universidades se llenaron de estudiantes díscolos, que vestían vaqueros, usaban gafas y motos, y se dejaban crecer las barbas. “No era raro ver salir a los jóvenes del campus entre dos filas de policías”.

La concienciación política fue anterior, ya que se iban sucediendo las protestas y las revueltas: “Todos vivíamos un orden, opresor y gris al que el Régimen bautizó como Paz”.
Las mujeres siempre temían el escándalo: fuera por que se las veía en compañía de varios hombres o porque montaran en Vespa. A las que hacían estas cosas se las consideraba “ligeras de cascos”. Porque las mujeres no podían salirse de lo que se suponía que debían hacer: vestir recatadamente -aunque estuvieran ya a las puertas de la minifalda-; no dejarse ver con hombres diferentes; por supuesto no fumar en casa (ni por la calle)… Prohibiciones que se levantaban (más o menos) al cumplir la mayoría de edad, que estaba en los veintiún años.

El amor
El amor platónico estaba muy de moda, casi tanto como en el siglo XVIII. Llegada una edad todo estaba encaminado al matrimonio. Una buena boda era una bendición, pero para esto había que “pelar la pava” durante muchos años, los chicos tenía que hacer la mili y las chicas preparar sus ajuares. No era infrecuente oír “desengáñate, hija mía, no hay mejor carrera que una buena boda”, sobre todo cuando ellas querían hacer una carrera universitaria. También había que buscar piso, así que frente a lo que ocurría en otros países, el noviazgo en España era muy largo y sin embargo los jóvenes tenían prisa por casarse.
 
La intimidad era un asunto difícil, como la libertad sexual o la emancipación. Para obtenerla había que comprar muebles: del salón, del dormitorio, del baño. Un pequeño libro “Un tesoro para la mujer. Breviario de la mujer moderna” recogía grandes consejos sobre cómo organizar una vivienda. Si se superaban los 10 o 12 años de noviazgo, la boda era el gran evento, pero había que sobrevivir también al último escrutinio familiar. Después del viaje de novios los sinsabores también comenzaban.

Con el primer beso, ella obviaba que él olía a vermú y él maldecía el tiempo perdido en beber algo que no le apetecía. La vida continuaba.

Los autores
Pilar Garrido Cendoya nació en Espejo, Córdoba, el 10 de septiembre de 1939. Huérfana desde muy pequeña -su padre murió cuando ella tenía dos años y su madre cuando tenía cinco-, es la menor de cinco hermanos. Hizo la carrera de Magisterio y durante veintiún años fue profesora en el colegio Estudio de Madrid, heredero de la Institución Libre de Enseñanza. Casada con Antonio Fraguas, Forges, tiene cuatro hijos y tres nietos. Éste es su segundo libro. El primero, La posguerra vista por una particular y su marido, también publicado por Planeta, fue acogido con gran entusiasmo por los lectores.

Forges fue un mal estudiante, pero le gustaba mucho leer los libros de Guillermo Brown. Cursó estudios de ingeniería de telecomunicación y Ciencia Sociales en Madrid, que no terminó. Publicó su primer dibujo en 1964, en el diario Pueblo, de la mano de Jesús Hermida. Pasó luego a Informaciones, donde Jesús de la Serna le encomendó el chiste editorial. En 1970, empieza a colaborar en Diez Minutos y en las revistas de humor Hermano Lobo y Por Favor. En 1973 dejó la televisión para dedicarse profesionalmente al humorismo gráfico en Diario 16 y posteriormente en El Mundo, periódico que contribuyó a fundar y que luego abandonaría para irse a trabajar a El País, donde sigue colaborando. Casado con Pilar Garrido desde 1967, curiosamente también tiene cuatro hijos y cinco nietos.

TEXTO: LOMEJOR.COM